Imagina que estás en una sala con todos tus empleados. Has tenido un mal trimestre y todos lo saben. Como líder, sabes mejor que nadie los tiempos difíciles que se avecinan. ¿Qué haces?
Tenía 24 años cuando fundé mi empresa. La gente siempre me había dicho que era un líder natural. Y por aquel entonces, creía de verdad que tenía una idea clara y concreta de lo que implicaba el liderazgo y ser líder.
El liderazgo significaba poner buena cara, sin importar la situación. Sin importar la dificultad a la que te enfrentaras. Mi trabajo era mostrar el camino para que todos lo siguieran.
Creía que tenía control total sobre todas las situaciones de mi vida. Si las ventas no se producían, podía trabajar más duro y hacer que se produjeran. Si los sistemas fallaban, siempre tenía una sugerencia para mejorar el proceso.
Adopté una actitud positiva en todo momento, sin importar las circunstancias. Creía que eso era lo que hacía falta para que mi equipo confiara en mí como su líder. Me hizo tener confianza como líder.
Tenía mucho que aprender.
¿Qué vamos a ver?
2011 fue el año en que aprendí lo que realmente significaba el liderazgo.
En 2011, una trifecta de eventos desequilibró mi vida por completo:
1. Nació mi primera hija y la responsabilidad adicional hizo que empezara a cuestionar mi forma de asumir riesgos.
2. Un empleado presentó una demanda infundada con la esperanza de obtener un gran acuerdo. No había hecho nada malo y mis principios no me permitían llegar a un acuerdo. Decidí luchar contra la demanda porque sentía que merecía justicia.
3. Las rodillas y los pies se me empezaron a hinchar sin motivo alguno. Acudí a numerosos médicos y ninguno pudo diagnosticar el origen de mi dolencia, lo que hizo mella en mi salud mental.
Para cuando llegó el Día de Acción de Gracias, me enfrentaba a una temporada baja, incluso después de acumular enormes honorarios de abogados.
El Viernes Negro, mientras todo el mundo salía de compras, mis cuentas personales y comerciales estaban a cero. Y me di cuenta de que no tenía el control de mi vida como creía.
No puedo controlar lo que la vida me depara, pero sí puedo controlar quién soy frente a ello.
Fue una dura lección, pero finalmente comprendí que no podía controlar lo que la vida me lanzaba. Sólo podía controlar mi reacción y las acciones que siguieran. Así que tomé una decisión importante: Iba a hablar con mis empleados sobre algunos cambios que iban a producirse.
En ese momento había 27 personas en mi equipo. Me aterraba enfrentarme a ellos. No quería que vieran lo asustada que estaba. Siempre les había dicho que todo era perfecto. Estábamos en modo de crecimiento. Quería sentarlos y decirles: “No se preocupen. Los tengo a todos cubiertos”.
Pero no pude. El estrés era suficiente para ahogarme y casi lloré cuando empecé a hablarles. En un principio había planeado darles un discurso corriente diciéndoles que esperaran recortes presupuestarios y tiempos difíciles.
Pero tampoco pude hacerlo.
En su lugar, les conté todo. Les conté lo asustada que estaba sobre el futuro, mi salud, el negocio. Estaba avergonzada… Estaba convencida de que me respetarían menos, me considerarían débil, me dejarían.
Pero hicieron exactamente lo contrario. Cada uno de mis empleados empatizó con mi causa de luchar por mantener el negocio a flote. En un momento en que veía que todo se desmoronaba, se unieron y se comprometieron con una cultura de trabajo en equipo y excelencia.
Hicieron brillar una luz en mi oscuridad. Hicieron sacrificios, aceptaron recortes de sueldo y cambiaron sus horarios para que las cosas funcionaran.
Y triunfamos. En nuestro primer año, nuestro beneficio bruto creció un 16% y nuestro beneficio casi se duplicó, pasando del 5,5% al 10,5% neto.
El liderazgo no consiste sólo en crear una visión o un objetivo, sino en la vulnerabilidad.
Antes de esta experiencia, veía la vulnerabilidad como una debilidad. Era algo que había que evitar a toda costa. Me guardaba el miedo, la ansiedad y la vergüenza para mí. Protegía a mi equipo de ello.
Ahora sé que la vulnerabilidad es un camino hacia la conexión. Como líderes, nuestro trabajo es alinear al equipo en torno a una visión compartida, capacitarlos para que se apropien de ella y eliminar los cuellos de botella que se interponen en su camino.
Al ser vulnerable y auténtica con mi equipo, creé una conexión más profunda y un sentido de propósito. La vulnerabilidad no era una debilidad; era el lugar de nacimiento de la pertenencia, la creatividad y la alegría.
Cuando vives tu vida definida por lo que “debería ser”, pierdes la oportunidad de ser quien eres y crear conexiones duraderas con las personas que te rodean.
No me refiero sólo a tu equipo, sino a tu familia, tus amigos, tus compañeros. Tienes que dejar de lado lo que crees que deberías ser para poder crear lo que realmente eres.
Cómo aceptar la vulnerabilidad y convertirte en un líder auténtico
Si buscas la definición de vulnerabilidad, el diccionario hablará de que algo es capaz de ser herido física o emocionalmente. Pero ese no es el caso en absoluto.
La charla TED de Brené Brown sobre El poder de la vulnerabilidad, basada en 10 años de investigación, señala que la vulnerabilidad y el valor van de la mano.
Como estudiosa de la conexión humana, Brené ha comprobado que los mejores profesionales “de corazón” atribuyen su éxito a su vulnerabilidad.
Entonces, ¿qué acciones puedes tomar para convertirte en un líder más vulnerable y auténtico?
1. Practicar la gratitud. No esperes lo extraordinario. Honra lo que es ordinario en la vida.
Empecé a practicar la gratitud uniéndome a un grupo de Facebook llamado 90 Días de Gratitud. Una vez superada la marca de los 90 días, empecé a utilizar un diario de 5 minutos. Todavía lo hago todos los días. Me da perspectiva.
2. Sentirse cómodo estando incómodo. Sé fiel a ti mismo mientras mantienes voluntariamente las conversaciones duras y honestas que necesitas tener. Hazlo aunque no puedas saber el resultado.
Di primero “te quiero”. Haz algo sin garantías. Invierte en una relación que puede no funcionar.
No puedes ser auténtico, y por tanto vulnerable, si siempre estás intentando ser quien crees que deberías ser o quien los demás esperan que seas.
Ten el valor de ser quien realmente eres y acepta que la incomodidad del momento vale la pena la conexión que estás creando.
3. Permítete sentir. Experimentar alegría es imposible cuando adormeces las emociones negativas. No puedes elegir lo que quieres sentir. Permítete experimentar todo el espectro de emociones humanas.
Nuestra generación es la más adicta, medicada, obesa, endeudada y ocupada por una razón. Estamos tan acostumbrados a adormecer las experiencias que no disfrutamos o que no queremos tener que ya ni siquiera nos cuestionamos por qué es así.
La falta de autenticidad crea un vacío dentro de nosotros y lo llenamos con distracciones sin sentido o tratamos de evitarlo por completo.
Practica decir y hacer las cosas difíciles que eliminarán los cuellos de botella del miedo, la ansiedad y la vergüenza en tu vida. Déjate llevar por tu reacción. Decide quién quieres ser y cómo actuaría esa persona. Luego hazlo.
Ábrete a la posibilidad de ser vulnerable.
Cuenta tu historia. Comparte tu viaje. Ten el valor de ser vulnerable. Es una forma sorprendentemente eficaz de ganar clientes, atraer inversores y fidelizar a los mejores talentos. Pero aún más que eso, es una forma de sentirte realizado con la vida que estás viviendo. No sólo como empresario y líder, sino como persona.
Creo sinceramente que mientras más gente entienda y haga esto, mejor será nuestra cultura y sociedad -la propia humanidad-.
Capacita a tu equipo de liderazgo, mejora la eficiencia, aumenta el valor y fomenta la colaboración para obtener mejores resultados. Nuestros facilitadores pueden garantizar que todos sus miembros estén en la misma página, para que usted pueda dar un empujón a su negocio.