Victor Hugo Manzanilla
Co-Fundador EGM™. Emprendedor en serie. Autor bestseller con 4 libros publicados. Ejecutivo con más de 15 años de experiencia en empresas Fortune 500. Su última empresa MicroSalt® cotiza en la bolsa de Londres por 20M. Graduado del programa Core de Negocios de la Universidad de Harvard y galardonado con el premio “Star Entrepreneur”. Actualmente es Mentor de varios negocios que facturan en conjunto más de $1billón de dólares al año.

¿Cómo trabajar con un cliente no comprometido?

A veces pasa, en nuestro mundo del coaching, que un coachee (normalmente los llamamos cliente) deja de cumplir las tareas pautadas, cancela las reuniones apenas unos minutos antes de la cita prevista y desatiende los acuerdos que previamente estableció con nosotros.

Motivación para comenzar, compromiso para continuar

Comencemos por decir que no hay proceso de couching que no parta del compromiso; tal y como no podríamos concebir, en cualquier historia, un héroe no comprometido con su causa, sin la determinación que nos motiva a acompañarlo, a emocionarnos y celebrar su victoria.

“La motivación es lo que te ayuda a comenzar. El compromiso es lo que te mantiene andando”, afirmaba el famoso empresario y motivador Jim Rohn.

Un reto constante del coach es mantener ese “fuego” encendido, una vez que haya descrito a su cliente el proceso hasta el último detalle. Suscitar su entusiasmo dependerá de su método, su lenguaje; de mostrarle que, en principio, sus expectativas de transformación son posibles, sin atajos ni prisas, en tanto prevalezcan la motivación y el compromiso.

Nada más que excusas

No hay excusas válidas que justifiquen un compromiso a media, por parte del cliente.

Debemos dejar sentado desde el principio, el papel que juega su responsabilidad durante el proceso porque determinará el rumbo, el camino y las consecuencias de lo que se ha propuesto lograr.

Mientras dura, para él, el proceso de coaching debe tener la misma prioridad que sus obligaciones laborales, sus compromisos familiares y, en general, la misma importancia que el tiempo que emplea y reserva para sus aficiones e intereses personales.

No puede ser de otra manera. Si se ha propuesto crecer personal y profesionalmente, tendrá necesariamente que empeñarse, entender e interiorizar cada aspecto sobre sí mismo que ha llegado a comprender en compañía de su coach, convertirlos en resoluciones y comprometerse a ponerlas en práctica.

Cancelar citas abruptamente y no hacer las tareas son síntomas (preocupantes, por cierto) de un cliente no comprometido, sobre todo si se convierte en tendencia, con miras al grado de responsabilidad que desde comienzo tendrá que asumir a lo largo del proceso de coaching.

Tres consejos para resolver esos inconvenientes

La Hoja de Compromisos

A mí me ha pasado y por eso he querido darte algunos consejos para minimizar este tipo de inconvenientes. Uno de los recursos que hemos diseñado en EGM es una Hoja de Compromisos que debe ser firmada, tanto por el coach como por el cliente, antes de iniciar el proceso de coaching.

En esa hoja deberán constar, de antemano y por escrito, acuerdos tales como a qué hora nos vamos a reunir y deberemos llegar a la cita, cuál es el proceso que debemos seguir para cancelar una reunión, cómo nos comprometemos para entregar las tareas a tiempo.

Se trata de un documento que nos compromete a ambos a dar el 100% para alcanzar el éxito de un proceso diseñado estrictamente para beneficio del cliente, en el que lo acompañaremos hasta lograr sus objetivos.

Además, nos permitirá como coaches, en caso de que el cliente rompa alguno de los acuerdos, volver a la hoja y recordarle el compromiso que firmó. Podremos preguntarle ¿cómo podemos remediar determinada situación? y, una vez revisado el documento, comenzarán a disminuir los inconvenientes y la falta de compromiso.

Mientras más comprometido se sienta nuestro cliente con el proceso de coaching, más responsable será con las acciones que le esperan camino a la meta que se propone alcanzar.

¡Nuestro cliente debe querer el proceso más que nosotros!

Querer es una palabra que implica consecuencias. Por lo general, es un sentimiento que se produce en ambos sentidos y, en la mayoría de los casos, exigimos ser correspondidos. Sin embargo, en el proceso de coaching debe ser exactamente al revés: el cliente debe querer el proceso más que nosotros.

Para lograrlo, debemos comenzar por tratar de controlar ese rol de héroes que, de manera natural, asumimos con el cliente y que proviene de nuestro deseo y decidida intención de ayudarlo, de salvarlo a toda costa.

Resulta tan fuerte esa tendencia en nosotros, que podemos incluso decirle, cuando cancela una cita de manera repentina (por teléfono, cuando vamos camino a la reunión):

—¡No te preocupes! Podemos hacerla mañana o la semana que viene. Yo tengo mi tiempo completamente a tu disposición para reunirnos cuando tú quieras hacerlo.

Actitudes como esa, lejos de ayudarlo y mucho menos salvarlo, contribuye con creces a perjudicar precisamente lo que sostiene el proceso: la relación coach/cliente.

No solo estamos ocasionando que el cliente pierda el respeto por nosotros, que termine creyendo que estamos disponibles para él en todo momento, además de no darnos el puesto que nos corresponde.

Aunque querer más o querer menos son sentimientos y actitudes difíciles de explicar, está claro el papel que juega el deseo en los procesos de coaching y en todo lo que nos proponemos. Querer genera ilusión, disposición, responsabilidad, voluntad para el cambio y consolidación de propósitos.

Po eso resulta de extrema importancia persuadir a tu cliente de que necesita querer el proceso de coaching más que tú. De no ser así, siempre habrá problemas y falta de compromiso.

Establezcamos límites precisos y expectativas reales

Si bien para la ciencia, la imaginación, la tecnología y el arte los límites son inadmisibles, porque de lo contrario jamás alcanzarían logros extraordinarios, la complejidad de las relaciones humanas hace que resulten imprescindibles. Entre ellas el coaching, esa maravillosa interacción capaz de sacar lo mejor de nosotros mismos.

En efecto, el éxito de un proceso de coaching requiere establecer desde el principio, entre coach y cliente, límites claros y bien definidos, además de expectativas reales y posibles.

Aunque parezca un contrasentido, los límites en coaching son liberadores porque mantienen la fluidez del proceso, despejan la ruta de obstáculos y, tal como sucede con los mapas de calidad, previenen extravíos y turbulencias.

También es de suma importancia, en esa suerte de viaje interior que emprendemos con nuestro cliente, mantener la emoción de llegar donde se ha propuesto, sin perder de vista su propósito, decidido a alcanzar su visión y ver sus expectativas cumplidas.

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